jueves, 9 de mayo de 2013

Lección 2. Los Medios de Comunicación y la Opinión.


Algunas personas manejan muy bien estas ventajas que les proporciona el lenguaje. Hacen uso de él de una forma tan elegante y azucarada, que con su retórica vencen su deficiencia en el campo de la veracidad. Pero no sólo la buena retórica les permite sobresalir, necesitan que muchos les escuchen, necesitan masas atentas al mensaje y los tiempos de Gaitán en la plaza pública ya son cuestión del pasado. Necesitan por tanto a los medios masivos de comunicación: la televisión y la radio. Estos encarnan la nueva palestra pública donde el gobernante o el aspirante a serlo, toma la palabra con autoridad, se dirige a públicos amplísimos y los encanta con su discurso y sus promesas.

Triunfar en este nuevo espacio exige cualidades distintas; esa elocuencia y apasionamiento en el hablar propio de líderes de la primera mitad del siglo XX como Mussolini, Hitler o el mismo Gaitán, ya no son el corazón del éxito del emisor del mensaje. Ahora un grupo de seguidores del candidato, maneja los mensajes que se ofrecen en la red; el discurso no es reproducido en su totalidad, nadie lo soportaría, es suficiente con algunas frases singulares, algunos eslogan impactantes que despiertan la simpatía de la masa.




Los medios masivos de comunicación han reemplazado a la plaza pública en la fuente desde la cual el público se veía influenciado en su opinión con respecto a sus líderes y su vida política. Los medios masivos de comunicación deben entonces reemplazar también esta función: determinan la opinión política de las personas. Son muchas las estrategias usadas para alcanzar este objetivo: se bombardea constantemente una información repetitiva, que sólo por ello termina siendo verdadera; los medios masivos de comunicación tienen la posibilidad técnica de multiplicar un mismo mensaje y expresarlo constantemente; las cosas ya no son verdaderas por esencia, sino porque así terminan por serlo gracias a esta incesante repetición del mensaje. Terminamos así por enfrentarnos a dos realidades; la material que nos encontramos al salir a la calle y la virtual que se manifiesta en la seguridad de nuestra vivienda.

De tal forma que la opinión padece de un mínimo de elaboración; el mismo sistema que le trasmite la realidad le quita la posibilidad de elaborarla; si no lo hipnotiza con programas de concurso “reales” o con novelas, le proporciona la información manipulada profundamente por énfasis o por omisión. Detrás de la demanda “Libertad de prensa” se ocultan los más mezquinos intereses de una clase política íntimamente relacionada con los dueños de los medios de comunicación privados.

El reto para el ser humano que se desenvuelve un una cotidianidad altamente influenciada por los medios de comunicación, deberá, no sólo percibir su poder para usarlos en su provecho, sino adoptar una postura crítica cuando sea sujeto pasivo o receptor de los mensajes.


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