viernes, 10 de mayo de 2013

Leccion 1. Las Particularidades de Géneros






Psíquicamente hablando, el hombre y la mujer no se reconocen como tales; únicamente las diferencias físicas entre hombre y mujer y los factores culturales que envuelven a uno y otro y les dan un comportamiento predeterminado que deben seguir, logran que el hombre y la mujer se sientan como tales. Pero nuestra psique no reconoce, por alguna capacidad particular, que deba comportase de una u otra manera. Ella es, por el contrario, perfectamente maleable a nuestros gustos o afectada por una obligación exterior. Se podría entonces decir que a nivel psíquico somos potencialmente bisexuales; que tomemos el camino hacia una identidad heterosexual u homosexual es cuestión que se nos impone, en gran medida, desde fuera.
Efectivamente, desde antes de nacer, los padres del futuro infante, ya se han preparado para educar una niña o un niño; gracias a la ecografía saben, por características físicas, si el hijo que esperan es hombre o mujer. Inmediatamente se deciden por el color azul o el rosado, por los pantaloncitos o las falditas, por los sombreros o los lazos que adornados con flores adornarán la cabeza de una niña que, no obstante, carece de pelo. Luego vienen las frases que terminan el trabajo iniciado con los accesorios: “Una niña no hace eso” “Una niña no se sienta así” “Las niñas no son bruscas” “Las niñas son delicadas” etc., y por el lado del niño: “Los hombres no lloran” “Los niños son fuertes” “Tienes que cuidar, defender y proteger a tu hermanita” “Serás el hombre de la casa” etc. Así mismo, el jovencito recibe de regalo carritos, balones o pistolas, mientras que la niña es preparada como una madre cuando se la llena de muñecas.

Olvídese que el niño disfruta de sus carritos o la niña de sus muñecas por una especie de instinto natural; igual les daría jugar con una u otra cosa como lo demuestran los niños más pequeños para quienes no existe diferencia alguna. Los prejuicios son propios de los padres y así hacen de su hijo una mujer o un hombre comportamentalmente hablando. Si logramos eliminar este prejuicio según el cual la niña debe ser educada como si su único destino fuese la maternidad o si el del niño fuese conducir hábilmente algún vehículo, podemos vencer también los prejuicios posteriores y derivados que relacionan a la mujer con el hogar, negándole la posibilidad de logros académicos y sociales o que hacen del hombre un ser de sentimientos discretos y de comportamientos que reproducen el machismo reinante en su sociedad.

El mejor comienzo para vencer los prejuicios y lograr una sociedad más incluyente, es exigirnos un esfuerzo mental suficiente que comprenda la relatividad de todo lo que existe a nivel cultural, de entender que las cosas tal y como están ahora no son el mandato incorregible de un ser divino y que todo lo que fue posible en el pasado puede serlo también hoy, pero sobre todo, aceptar y alegrarnos por el hecho de que aún quedan muchas formas de vida, valores y virtudes por inventar.

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