viernes, 10 de mayo de 2013

Lección 5. Tensiones individuo y bienestar social






Un sueño deja de ser sólo un sueño cuando se comparte.


Suponer que la religión es el verdadero orden natural o que la ley secular lo sea, no es más que la doble cara de un mismo error.

Nuestro éxito como especie, descansa en nuestro orden como sociedad. Lo que contribuya a hacerla posible es válido por definición. Entre una y otra forma de lograrlo no existe alguna forma de organización que pueda goce del título de verdadera; algunas desaparecen, cuando ya no cumplen con su deber de fomentar la convivencia. Es así como el orden actual que ha derivado cada vez más rápido hacia la desintegración y el triunfo del individualismo, tendrá tarde o temprano su fin si no se corrige. Como creación del ser humano, la democracia moderna deberá ser reorientada por esos antiguos valores que ya mostraron su éxito durante 30.000 años de historia de la humanidad.



Lección 4. Condiciones económicas y el proyecto de vida


queremos hacer justicia a una de las formas de pensamiento que más ha influido al hombre moderno, y utilizarlo para explicar esta relación entre economía y el proyecto de vida. Para el materialismo histórico la cosa es sencilla: las relaciones de producción que se dan en el interior de la sociedad y que son condiciones naturales de su economía, a saber, trabajo, producción e intercambio, generan las relaciones sociales, el tipo de sociedad, la forma cultural, la ideología política, la religión y todo lo demás que podamos englobar dentro de la producción propiamente humana.

Todo ello está determinado por las relaciones de producción de la base de la estructura social. De tal manera que un proyecto de vida, las decisiones que un individuo cree tener sobre ellas, no es otra cosa que lo que su relación económica con una sociedad le permite.

Pero dejemos ya las alturas del discurso teórico y vamos una vez más a nuestra vida diaria, donde lo material es la regla y la condición. En efecto, todos los seres humanos padecemos hambre y debemos alimentarnos; algunos de nosotros adquirimos la responsabilidad de una familia y debemos alimentarla y protegerla del clima inclemente en una vivienda. Necesitamos entonces, como mínimo necesario para vivir, un hogar y un alimento. Pero esto sólo se consigue arrancándoselo a la naturaleza, es decir, requiere una actividad que se dirija hacia ella y le arranque sus frutos o sus materias primas para la construcción. En pocas palabras y haciendo uso de la acepción física de la palabra, se necesita: trabajo.

En la ciudad de Bogotá quien quiera protegerse de su frio paramuno, no necesita ir hasta las cercanías de Monserrate a traer la leña necesaria para construirse una casa, o cazar un venado en el cercano Páramo de Chingaza para alimentarse. De ninguna manera, las casas están bastante bien elaboradas con diversos materiales, algunos de ellos traídos desde Europa. Por otro lado el supermercado nos ofrece no sólo carne de venado, sino también de vaca, de pollo, de pavo, de cordero y hasta de cerdo o lechona enlatada; y si usted no quiere carne le tienen una diversidad de frutas, verduras o especias de todo el globo entre otras muchas maravillas para alimentarse. Y, no obstante todo esto, sin importar el tipo de casa o la clase de alimento, para obtenerlo también debemos trabajar; cualitativamente distinto que aquel primer habitante precolombino de la sabana que tuvo que agredir el bosque para arrancarle su madera o su paja para hacerse una choza, claro, pero al fin y al cabo, trabajar.

Lección 3. La Diferencia étnica y el prejuicio




como cualquier otro animal, presentamos en nuestro fenotipo, características determinadas por la adaptación a uno u otro clima. Nuestra piel tiene un amplio rango de color que permite distintos niveles de resistencia a los rayos solares cuya intensidad es a su vez distinta en diferentes lugares del mundo.

La intensidad de los rayos solares o las diferentes características del clima, son la única razón para la diversidad racial.

Se trata únicamente de una adaptación al ambiente en el cual se han desarrollado las comunidades. Por ello, que distintas comunidades se conformen como tal, no depende en ninguna medida de una especie de identidad racial, sino del simple hecho de compartir y enfrentar juntos un ambiente común.

La lucha contra el prejuicio es, por lo dicho hasta ahora, una lucha que involucra al sujeto activo y también al pasivo, es decir, a quien lo proyecta y a quien lo sufre. Pero en esa lucha el papel de este último no se reduce a rechazar el prejuicio tal y como llega desde el otro, sino a no reproducirlo, a negar cualquier especie de determinismo de tipo racial o étnico. Los seres humanos no estamos condicionados en este sentido; las expresiones culturales son un producto exclusivo de nuestra creatividad y pueden ser producidas o reproducidas una y otra vez en diferentes condiciones o contextos; pueden ser creadas de cero, negadas, cambiadas o transformadas en condiciones diferentes. Un niño de origen holandés criado en una comunidad tribal en las selvas del Congo tendrá la misma capacidad para la percusión que un nativo de esa comunidad.

Lección 2. La Cultura: Determinante del comportamiento.


La cultura está definida como todo aquello que nos protege u que nos separa de nuestro estado de naturaleza.
la naturaleza impregna al ser humano, le recuerda constantemente de donde proviene, cuál es su origen y a donde tendrá que retornar irremediablemente.

Cualquier logro cultural es el resultado de la renuncia a un instinto, o mejor, de la deformación de ese instinto en sus fines originales. El arte, el lenguaje, el orden, la fiesta, la escritura, la religión, los mitos, la política, etc., no son más que elaboraciones humanas y sólo humanas, de poderosos instintos que allí se ocultan. Es por eso que la razón humana, esa capacidad que hizo sentir tanto orgullo a los primeros hombres del Renacimiento y a todos los que se hicieron llamar “modernos”, no es únicamente el proceso mediante el cual llegamos a la verdad, sino por el contrario el proceso mediante el cual adornamos con argumentos poderosos un querer visceral, instintivo.

¿Pero por qué el ser humano se ha impuesto este régimen, por qué ha preferido el arte o la política a la proyección libre de sus instintos como lo hace cualquier otro animal? De no hacerlo así, el ser humano no podría disfrutar de aquello que le permite tener éxito en un ambiente hostil: la capacidad para asociarse. Entre el amor y el odio, la creación y la destrucción se engloban todos nuestros instintos; amor que nos permite vivir para siempre en la existencia de nuestra descendencia, y agresividad que nos permite defendernos o atacar en un ambiente natural hostil, pero también que busca nuestra auto-destrucción en una naturaleza a la que no le gustan las mismas formas y por eso no conoce la eternidad. Dos instintos tales, son sumamente contradictorios: son, como hemos visto en otra lección, el origen y la amenaza de la estabilidad social.

Por eso la cultura; no podemos renunciar a los instintos, pero sí modificarlos en comportamientos u obras que son aceptadas u admiradas por la sociedad. En efecto, hace parte de nuestra cultura también, aquellos marcos jurídicos que hoy y en todo pasado de la humanidad, buscaron regular las relaciones entre los individuos.

Leccion 1. Las Particularidades de Géneros






Psíquicamente hablando, el hombre y la mujer no se reconocen como tales; únicamente las diferencias físicas entre hombre y mujer y los factores culturales que envuelven a uno y otro y les dan un comportamiento predeterminado que deben seguir, logran que el hombre y la mujer se sientan como tales. Pero nuestra psique no reconoce, por alguna capacidad particular, que deba comportase de una u otra manera. Ella es, por el contrario, perfectamente maleable a nuestros gustos o afectada por una obligación exterior. Se podría entonces decir que a nivel psíquico somos potencialmente bisexuales; que tomemos el camino hacia una identidad heterosexual u homosexual es cuestión que se nos impone, en gran medida, desde fuera.
Efectivamente, desde antes de nacer, los padres del futuro infante, ya se han preparado para educar una niña o un niño; gracias a la ecografía saben, por características físicas, si el hijo que esperan es hombre o mujer. Inmediatamente se deciden por el color azul o el rosado, por los pantaloncitos o las falditas, por los sombreros o los lazos que adornados con flores adornarán la cabeza de una niña que, no obstante, carece de pelo. Luego vienen las frases que terminan el trabajo iniciado con los accesorios: “Una niña no hace eso” “Una niña no se sienta así” “Las niñas no son bruscas” “Las niñas son delicadas” etc., y por el lado del niño: “Los hombres no lloran” “Los niños son fuertes” “Tienes que cuidar, defender y proteger a tu hermanita” “Serás el hombre de la casa” etc. Así mismo, el jovencito recibe de regalo carritos, balones o pistolas, mientras que la niña es preparada como una madre cuando se la llena de muñecas.

Olvídese que el niño disfruta de sus carritos o la niña de sus muñecas por una especie de instinto natural; igual les daría jugar con una u otra cosa como lo demuestran los niños más pequeños para quienes no existe diferencia alguna. Los prejuicios son propios de los padres y así hacen de su hijo una mujer o un hombre comportamentalmente hablando. Si logramos eliminar este prejuicio según el cual la niña debe ser educada como si su único destino fuese la maternidad o si el del niño fuese conducir hábilmente algún vehículo, podemos vencer también los prejuicios posteriores y derivados que relacionan a la mujer con el hogar, negándole la posibilidad de logros académicos y sociales o que hacen del hombre un ser de sentimientos discretos y de comportamientos que reproducen el machismo reinante en su sociedad.

El mejor comienzo para vencer los prejuicios y lograr una sociedad más incluyente, es exigirnos un esfuerzo mental suficiente que comprenda la relatividad de todo lo que existe a nivel cultural, de entender que las cosas tal y como están ahora no son el mandato incorregible de un ser divino y que todo lo que fue posible en el pasado puede serlo también hoy, pero sobre todo, aceptar y alegrarnos por el hecho de que aún quedan muchas formas de vida, valores y virtudes por inventar.

Las Diferencias Sociales y el Comportamiento



A lo largo de esta unidad hemos visto a un ser humano disuelto en un complejo social que le determina en su comportamiento. Ahora bien, nos equivocaríamos si concibiéramos a esa sociedad como una masa homogénea. Por el contrario, la sociedad es un cuadro multicolor de infinitos matices; en su interior encontramos a la sociedad conformada por innumerables comunidades que se interrelacionan, se abren espacios, se desplazan, se integran, se oponen, se niegan, se aceptan, se desconocen, conviven, se pelean o destruyen; algunas desaparecen mientras que otras se constituyen unas; algunas nacen para desaparecer inmediatamente sin ocasionar cambios, otras marcan o modifican profundamente a la sociedad, tanto que ésta no vuelve a ser la misma.

Pero la medición de fuerzas que las comunidades, grupos o individuos no sólo da origen a este caos de reacciones que hemos enunciado someramente, también es la razón del orden social; es una especie de orden dentro del caos que está dado por la fuerza que ejerce una de las partes sobre la otra. En una sociedad como la nuestra, los gremios de origen burgués, padres del Estado liberal moderno, han encarnado sus intereses en las leyes de la República, de tal manera que las fuerzas coactivas del Estado: policía u ejército, protegen la propiedad privada o el derecho a la libre empresa. El resultado es una sociedad que se estratifica a partir del juego de poderes que se da en su interior.

A lo largo de este capítulo veremos algunos de aquellos vectores de lo social que terminan por influenciar claramente la vida personal. Bienvenidos a este último capítulo.

Lección 5. La Psicología de las Masas


la psicología de las masas. Así se titula una de las obras más famosas de Freud, esta lección no es más que una reproducción de lo más importante de aquella obra.

Para no ir muy lejos, podemos ver los movimientos de masas en nuestra ciudad: Bogotá. Aquí las fuerzas de policía se ponen alerta ante las movilizaciones y manifestaciones. Saben muy bien que las cosas pueden salirse de control en un instante y sin una razón suficiente. El estado de alerta está, por las razones anotadas, justificado: la masa es sumamente voluble. Pero no sólo lo es en sus reacciones, sino al momento de tomar forma; la masa es tan voluble como maleable. En las manos del político adecuado la masa puede destruir una ciudad o por el contrario guardar absoluto silencio y obediencia. Las dos cosas pasaron con la misma masa en la ciudad de Bogotá en en año de 1948; Gaitán desplazo una inmensa cantidad de gente por la carrera séptima hasta la Plaza de Bolívar en la llamada “Marcha del silencio”; por orden de Gaitán ninguno de los miles de marchantes pronuncio una sola palabra durante el acto, tampoco el mismo Gaitán. Unos meses después al ser asesinado Gaitán, esa misma masa se convirtió en una turba acéfala que semidestruyó la capital de la República.


Para entender la razón de este fenómeno del comportamiento en masa debemos -no obstante la naturaleza social de dicho fenómeno- remitirnos al individuo. ¿Qué es lo que pasa con éste cuando hace parte de la masa? ¿A dónde se va su parte consciente que ya no se expresa en la masa? El individuo sumergido en el movimiento de masas pierde la voluntad sobre sí mismo por una paradójica razón que es una de las curiosidades del comportamiento humano: está profundamente enamorado. Sí ¡enamorado! De una idea, de un héroe, de un líder, de un eslogan, de una religión, de cualquier cosa que le quite su voluntad y la domine por él. El amor es una fuerza instintiva que puede ser imaginada como una sustancia adhesiva y lábil que puede ser dirigida hacia una persona, una cosa o una idea abstracta, con la particularidad de atar al sujeto a esa otra persona, cosa o idea. Al quedar estrechamente enlazado por medio del amor a esa persona, cosa o idea, el individuo pierde el amor hacia sí mismo. Esto sucede en un grado tan alto, que sus deseos terminan por ser los deseos del otro “¿Qué quieres comer?” le pregunta el hombre a la mujer que es su compañera, ésta contesta: “No sé, lo que tú quieras”.
Así es el amor, las facultades de auto-control, el instinto de conservación, el dominio de sí, están estrechamente relacionados con el amor propio. Es por eso que ese individuo que engrosa levemente la masa no se controla, no se cuida, no se domina, porque no se ama, ama a otro. El líder lo domina, la idea lo lanza a los más altos peligros que le pueden costar la vida, una mujer le hace perder el control.

Los individuos que han perdido precisamente tal individualidad al entrar en la masa, son capaces del amor más desbocado y por ello de la destrucción absoluta, incluso de los órdenes más antiguos y prestigiosos. Durante cientos de años el poder de Dios en la tierra se consideró indiscutible, hasta que la turba irreflexiva no tuvo tiempo para pensar si así lo era o si recibiría algún castigo, simplemente no lo quiso más. Hoy en día el orden liberal y democrático de origen burgués que nos gobierna, intenta mantener los movimientos de masas en el cauce del orden y la no violencia, su integridad depende de que lo logren.